miércoles, 21 de agosto de 2019

Crucé la frontera hacia Mexicali y esto fue lo que pasó (Parte I)

Sabemos que muchos de los turistas que se hospedan en alguno de los hoteles en Mexicali provienen de Estados Unidos, es por eso que no quisimos quedarnos con la duda sobre cómo sería esta experiencia y decidimos cruzar la frontera entre México y Estados Unidos para llegar hasta Mexicali. ¡Descúbre cómo fue esta experiencia!

Después de profundizar sobre el juego de palabras escondido en los nombres de Calexico (EUA) y Mexicali (México) comenzamos con la ruta. Lo que te sorprende a medida que viajas por ella es la interesante mezcla de culturas que hay entre las dos ciudades.

Antes de cruzar a México sentimos que necesitábamos un acto estadounidense final, así que nos dirigimos al Wal-Mart más cercano a la frontera del lado estadounidense. Después de realizar nuestras compras, seguimos en el camino.

Previamente nos habían dicho que teníamos que ir al siguiente punto de entrada al este. Lamentablemente, no estaba en nuestro mapa y Google no sabía que existía. Después de las instrucciones verbales de otro oficial de aduanas de EE.UU., un desvío imprevisto y poca señalización hasta aproximadamente media milla de la frontera, llegamos a él.

El día transcurría, la temperatura estaba subiendo y teníamos un límite de tiempo para llegar a alguno de los hoteles en Mexicali pues casi todos nos dijeron que no manejáramos en México después del anochecer, así que decidimos cruzar la frontera y dirigirnos a San Felipe (a unas 120 millas de distancia en una carretera de la que no sabíamos nada).

Finalmente nos encontramos con un puesto de control, me acerqué al agente fronterizo mexicano, bajé la ventanilla, sonreí y entablé comunicación con el oficial. Él se identificó como Jorge y realizó una inspección mecánica de rutina a nuestro vehículo. Todo bien.

Como estábamos ingresando con una visa de residencia temporal, tuvimos que asegurarnos de ir a la oficina de migración en la frontera, pero no estábamos seguros dónde estaba. Cuando le pregunté a Jorge, se mostró visiblemente complacido y nos informó que él nos ayudaría.

La tensión que pude sentir durante un momento se disipó, viajando con dos perros a México en una gran camioneta había hecho mi primer amigo en México y ahora sabía que mi camino hacia los hoteles en Mexicali continuaría bien.



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