En la Ciudad de México se celebra una tradición peculiar, ya que después de la basílica de San Pedro ubicada en Roma, La Basílica de Guadalupe es el segundo templo más visitado del mundo. Es común ver toda clase de visitantes que atiborran los hoteles en la Villa, ya que son multitudinarias y recibe cada año a unos 40 millones de visitantes, entre turistas y peregrinos.
Como dato curioso el 12 de diciembre de 2018 se contabilizaron alrededor de más de 10 millones de feligreses y peregrinos para la fecha.
La Basílica ahora ubicada al pie del Cerro del Tepeyac, cuya su moderna construcción fue hecha para recibir a más de 10.000 fieles en su interior, tiene una estructura bien diseñada para que todos puedan alcanzar a ver la famosa imagen, que como cuenta la historia de la fe católica mexicana, se quedó grabado en el Ayate de un indígena que paso a ser un santo llamado Juan Diego.
Su origen
Con un nombre oficial como Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe se comenzó a construir tal y como la conocemos hoy en día se le conoce desde 1974.
Cada año, antes de que llegue la fecha de la gran fiesta que se da en diciembre, entre el 10 y 12 de octubre se inician las peregrinaciones más numerosas que vienen de todas partes del país, aunque es común ver que en los hoteles en la villa se alojen desde mediados de octubre para esta celebración, ya que durante todo el año hay muchas y constantes peregrinaciones a la Villa de Guadalupe.
De todos lados
Ya consumada la Independencia de México, la Virgen de Guadalupe se volvió todo un símbolo para exaltar la fe del nuevo país, por lo que se creo una Orden Imperial de Guadalupe, con la que se premiaba a quienes participan con particular culto, premios como los que vienen desde Cabo San Lucas o desde la península de Yucatán.
Desde todos los puntos del país llegan en Camiones, bicicletas y a pie las personas de todas las edades y condiciones sociales. Con imágenes de la Virgen en cuadros o como pequeñas esculturas, se acostumbra a entrar al atrio de rodillas, esta extraña tradición que los feligreses hacen los hace creer que solo es posible obtener la intercesión divina a través de la mortificación de la carne.
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